viernes, 4 de octubre de 2013

"El sacamuelas"

 
SACAMUELAS EN LA PINTURA
Esos extraños personajes...
En la vieja pinacoteca de la odontología, los dentistas forman parte de una larga comparsa de personajes pintorescos, ganapanes y guiñoleros. Los óleos nos han dejado el retrato de una profesión estrafalaria, imprescindible para comprender de dónde viene lo que Quevedo definió como “el oficio más maldito del mundo”.

Los dentistas o, por mejor dec...
ir, los sacamuelas no tienen fronteras en la vieja pinacoteca de la odontología. Les vemos en las plazas de los pueblos, en los días de mercado. Allí, para darse a conocer, para que les hagan caso, se suben a un vistoso tenderete y proceden a trabajar en lo que saben: sacar dientes y muelas como dios, o el diablo quizá, les ha dado a malentender. Sí, porque no tienen lugar donde aprender ni maestro que les revele sus secretos. Forman parte de la larga comparsa de los pintorescos, de los diferentes, de los ganapanes que andan como el titiritero, de feria en feria. Sacamuelas y guiñoleros serán casi una misma cosa en Francia, en pleno siglo de las luces, mientras que la medicina, hermana mayor pero altiva, ya camina de largo y con paso firme sin necesitar de atuendos ridículos, sino retirada en el escenario aséptico de los hospitales, de las facultades de medicina, de las casas privadas. Pero es el eterno baldón que nuestra profesión arrastra. Quevedo, mojando pólvora en su tintero, les lanza esta salva: En tanto vinieron unos demonios con unas cadenas de muelas y dientes, haciendo bragueros; y en esto conocí que eran sacamuelas, el oficio más maldito del mundo...Nunca habría peor sentencia que la del satírico de largo alcance. Quevedo, admirado tanto como temido, graba en la frente del dentista esta condena por los siglos.

COLLARES DE DIENTES
Collares de dientes y muelas, ese es su adorno principal, su collar del gran Toison con que se condecoran a sí mismos. No quieren otra cosa que publicitar su experiencia, pues proceden todos estos trofeos de su pericia. Llevan la experiencia colgada, pero las más de las veces ese collar es un grillete que les esclaviza en un oficio maldito, empírico, en el que no habitan sino las gentes de riesgo, pero que soluciona tantos males en la geografía europea porque no hay, salvo a los altares de Santa Apolonia, donde acudir.
Son sus rivales los barberos, sus competidores los carpinteros y hasta los herreros, que por el hecho y circunstancia de manejar sus manos para ganar un jornal se perfuman de habilidad y quien quita una muela saca un clavo de la mesa o la herradura, tanto da. No hay otra ciencia que su veteranía y abandonan el pueblo si las cosas van mal. No tienen biblioteca a la que acudir para perfilarse de dentistas, hasta que, casi de puntillas, Francisco Martínez de Castrillo da a la imprenta un “ Coloquio”,mediado el siglo XVI, y después un “Tratado” sobre lo mismo, y pare usted de contar durante dos siglos y medio, que eso que llaman “arte dental” hiberna como un lirón.

VESTIDOS PARA LA FUNCIÓN
No es el pintoresquismo sino el realismo lo que fotografían los pintores de toda época, de todo lugar. Vienen a dar con ellos en cualquier pueblo de importancia, donde han llegado con su carro por unos días y cobran en moneda o en especies, todo vale para el convento. Despliegan su cartel y, en el mejor de los casos, cuelgan de un poste su título o dejan en la mesa una carta de autorización que les permite maniobrar en las bocas inhóspitas.¿Quién va a comprobar la validez de esas firmas o el lacre de sus cintas? Visten de colores como personajes de Maíno y se coronan con sombreros de plumas como actores de sainete, tales el uniforme de esta legión de atrevidos que se esparce por las tierras europeas buscando fortuna. Si se cruzan con un médico agachan la cabeza como si pasara el rey o el cardenal de la región. Se encomiendan a Santa Bárbara cuando vienen mal dadas y se ven obligados a picar espuelas y salir de najas porque alguna boca se convirtió en un manantial rojo que cesó con el último latido de aquel que no pudo más y se puso en sus manos. Y así un día y otro, con su bolsín de cuero que guarda alicates y rascadores de hierro; y así un siglo y otro más porque la tierra prometida, la Universidad, no se vislumbra hasta mediado el siglo XIX, donde serán recibidos como apestados.
GALERÍA DE ANÓNIMOS Y NO TANTO
Esta galería de anónimos y no tanto contribuyen a la celebridad del pintor, del retratista. Todavía Goya llegaa la función con su Al Conde Palatino, después del Gran Tomás, capo de la odontología de los puentes de París donde desafía a la ley. Sepueden ver estos personajesen el Museo del Prado, de los
pinceles de Rombouts, que después imitarán tantos, y en museos más lejanos, de las manos del viejo Bruegel, El Bosco, Jan Oteen, Teniers, Gerard Dou, Tiepolo, Wille o Boilly. Probablemente fueran
espectadores, acaso pacientes, pero siempre reporteros de pincel.
En cualquier caso, dejaron colgado de aquí y de allá el retrato de una profesión entonces estrafalaria que nopuede entenderse sin esta pinacoteca de ilustres y santos óleos. De otra manera, tendríamos que haber imaginado lo que pudo ser, por extrapolación de los textos. Ellos nos descargaron de este esfuerzo y así sabemos, y comprendemos, de dónde y de quién venimos. No tanto a dónde vamos.

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