viernes, 4 de octubre de 2013

Gonzalo de Berceo: el primer autor de nombre conocido en la literatura española.

Y es esto lo que hace de Gonzalo de Berceo el discreto monje del monasterio de Suso. Es verdad que escribe para adoctrinar, y que incluso se ha hablado del sentido económico de unos textos pensados para atraer hacia el monasterio a los peregrinos y ganar así sus limosnas, pero no lo es menos que más allá de estos cálculos elementales lo que late en él es la figura de un verdadero poeta, y es esto último lo que hace perdurable su canto. De forma que si las palabras aparecidas en los márgenes de las glosas daban cuenta de una lengua viva que se extendía lentamente por toda la zona, los poemas en cuaderna vía de Berceo son la expresión clara de que esa lengua ya andaba por plazas, atrios y romerías, haciendo con sus aciertos que la humilde lengua vulgar se hiciera apta para ennoblecer la imaginación y la sensibilidad de los oyentes. Y esta es la razón del éxito de Berceo, cuyos libros, con diálogos rápidos, divertidos y de tonos populares, enseguida pasan a ser una de las lecturas preferidas de todos. Se trataba de libros para ser leídos, no para ser cantados, como pasaba con la poesía épica, pues entonces el pueblo era analfabeto y eran muy frecuentes las lecturas en grupo, que hasta la gente letrada, como se demuestra en un célebre capítulo del Quijote: muchas veces prefería escuchar a leer. Y había, como es lógico. que utilizar recursos para retener la atención de ese público tan diverso. Y en eso Berceo era un verdadero maestro. La gracia y eficacia en la expresión, sus observaciones personales. la ingenuidad y la acertada presentación de las distintas historias, dan a estos poemas un tono atractivo y simpático que sigue conservando el poder de encantar. Eso es justo lo que él mismo nos confiesa: que va a hacer una prosa en roman paladino, es decir, un poema en sencillo español porque no tiene suficiente ingenio para hacerlo en latín. Para terminar confesándonos que escucharle bien valdrá, como creo, un vaso de bon vino. Lo que es lo mismo que decir que espera hablar a sus oyentes con sus mismas palabras y sus mismas emociones.
 
 

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