lunes, 25 de julio de 2016

Apuntes sobre el poeta Aureliano Cañadas

                                                                         Sergio González Moreno
                                                                  Licenciado en Filología Hispánica
                                                      Profesor de Lengua Española y Literatura


Quisiera estrenarme en la revista APE Gerardo Diego como socio hablando de un poeta que merece ser reconocido: Aureliano Cañadas Fernández.  He de reconocer abiertamente que Aureliano, <<Aure>> para los amigos, es íntimo amigo mío y buen poeta, pero para escribir este artículo dejaré de lado mi faceta de amigo para hablarles de Aureliano como poeta.
Para comprender su trayectoria poética, se hace necesario que aluda un poco a su biografía y su formación académica que, por cierto, es bastante amplia.
Así, nuestro poeta nace en el año 1936 en Almería. Se licencia en Literatura Hispánica en la Universidad Complutense de Madrid. Diplomado por la Escuela Oficial de Idiomas de Madrid y por el Instituto de Idiomas de la Universidad de Granada. Ha sido profesor de francés y profesor Assistant de lengua española en el Liceo de Lille (Francia). Ha ganado numerosos premios como el de “Marina Romero” de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles; “Premio Aula de Encuentros del Círculo de Bellas Artes de Madrid; “Premio Andrés García Madrid” del  Ateneo 1º de Mayo de CC.OO. Además, ha sido colaborador de revistas literarias y figura en el Diccionario de la Literatura Española de Jesús Bregante y en el Diccionario de Autores de la Cátedra de Miguel Delibes de la Universidad de Valladolid.
Bien es cierto que la vena artística y poética de Aureliano Cañadas no nace sólo de su formación en literatura sino que también le viene de su familia, pues la influencia del trabajo de su hermano, ya fallecido, don Luis Cañadas, pintor y poeta  excepcional, fue muy fuerte.
Algunos de los títulos de sus poemarios más celebrados son Él único que vive; Diamantinamente; Doble vida; Telémaco, el sur de otra vida, entre otros muchos más que están publicados en poemarios y que han sido presentados en diversos encuentros y justas poéticas.





En su poesía, Aureliano nos enseña que la vida es una ilusión calderoniana, en la que los amigos y la gente de la infancia y juventud van a parar a la Isla de la Nada. Para nuestro poeta, la única realidad en esta vida es que todo desemboca en la Nada, donde van a parar todos los recuerdos, personas y vivencias que en algún momento llenaron nuestra existencia aquí. Su poesía es toda ella filosofía. Aureliano nos recuerda que la vida es como un río, como ya nos recordaría 539 años atrás don Jorge Manrique. Todo lo que hoy es, mañana irá a la Isla de la Nada. Al fin y al cabo, esa es la única realidad para nuestro poeta. La Isla de la Nada constituye la idea mediante la cual se vertebran sus poesías más importantes y así nos lo demuestran los siguientes versos:

Nadie ha vuelto jamás de la Isla de la Nada:
ni ese padre que nunca conocí,
para que no pudiese recordar
el timbre de su voz,
o el color de sus ojos, ni mi madre
para que yo supiera
si al final había ahuyentado la tristeza.

Ninguno,
ni mi hermano o mi hermana,
¿No me quería tanto?
¿Qué valles los retienen, qué recónditas playas,
qué sales o qué lunas?

Ni siquiera pudieron decir: <<Hemos llegado>>.





La metáfora, casi alegórica, de que el final de la vida es la Nada, puebla casi toda su poesía más lograda.
Sin embargo, no todo en su poesía es lástima por el tiempo que corre y la vida que se olvida para siempre en una Isla de la que nadie nunca ha logrado volver, sino que también el humor y la socarronería, a veces subida de tono, aparecen en su poesía, porque, al fin y al cabo, así es la vida para nuestro poeta; o si no, que lo digan los versos siguientes:
Era tan joven
que le pedí
un año de su vida.
Hubiera podido darme tantos:
su carcajada
certera
me destrozó la boca.

Con qué dolor le dije
<<dame un mes sólo>>:
su risa lava
me abrasó la garganta.
<<Un día>>, no sé cómo
conseguí articular,
pero su risa
era plomo fundido.






<<Una hora>>,
la voz se me extinguía.
Mojando
sus labios en la sangre de los míos,
respondió y aún reía:
<<Te concederé este instante.
Nunca me olvidarás,
y ha terminado>>.

Con todo, el público lector se habrá dado cuenta de que la vida es una suma de socarronería, sensualidad, amor, muerte, olvido y Nada.
La poesía de Aureliano es tan bella y tan metafísica que a todos conmueve, o si no, que se lo digan al jurado que le ha otorgado hace unos días la mención especial por su trayectoria en el mundo de la poesía en el Premio Ciudad de Alcalá de las Artes y las Letras 2015.
¡Felicidades, maestro!