BESTIARIO MEDIEVAL
Como suele ocurrir en sueños y visiones, el carácter prodigioso del animal está remarcado por la blancura y la luz (SO, XLIX [46]). Además de ser símbolo de martirio -que en el caso de la monja enclaustrada significa su vida de penitencia, sacrificio y renuncia del mundo-, la paloma constituye una guía en la experiencia sobrenatural de santa Oria quien, atendiendo el consejo de Eulalia: "guarda esta palomba, todo lo ál olvida" (XL [37]), no pierde de vista el ave durante todo su recorrido por el mundo celestial.
Mientras que el bestiario onírico privilegia los animales con simbolismo positivo, asociados a lo divino, en las visiones pueden aparecer fieras salvajes y agresivas que representan el mundo del pecado. El monje borracho padece este tipo de visión en el milagro XX, monje a quien se le aparece el diablo metamorfoseado en diversos animales: toro, perro, león. La transfiguración del demonio en animales es motivo de los relatos hagiográficos que, frecuentemente, se refieren a la tentación del santo por parte del diablo. Pero, en este caso, ya desde la primera estrofa se expresa el propósito de provocar terror más que tentar al monje y se establece el antagonismo entre el diablo y la Virgen:
De otro miráculo vos querría contar,
que cuntió en un monge de ábito reglar;
quísolo el diablo durament espantar,
mas la Madre gloriosa sópogelo vedar (Mil., XX, 1)
La detallada pintura de los animales en los que se transforma el diablo revela la habilidad descriptiva y el poder de observación de Berceo, pues cada uno es captado y representado en actitudes características de su particular ferocidad: el toro aparece "cavando con los piedes, el cejo demudando,/ con fiera cornadura, sañoso e irado" (406), el perro "Vinié de mala guisa, los dientes regañados,/ el cejo muy turbio, los ojos remellados" (471) y el león "una bestia dubdada,/ que trayé tal fereza que non serié asmada" (473). María los enfrenta y vence también atendiendo a sus condiciones diversas: amansa al toro como un diestro torero (469), con seguridad espanta al can (473) e interpela y apalea al león (476-479). De esta manera, se manifiesta la protección de la Virgen hacia sus devotos y se resalta su poder frente al mal y las encarnaciones del demonio. Alan Deyermond ha propuesto, como posible origen de la historia del monje embriagado, el conocido Salmo 22 "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" en que el poeta expresa su angustia con imágenes efectistas en las que intervienen los tres animales mencionados. Observa que la intervención de María en el milagro permite reemplazar el temor y la desesperación del salmista por la tranquilidad y confianza en la Virgen. También encuentra que el tono trágico del salmo se atenúa en la versión pintoresca y hasta humorística del monje borracho por parte de Berceo, complementada con la solicitud maternal con que María cuida a su devoto en la segunda parte del relato. Esta diferente resolución de la crisis en los dos textos sirve para exaltar la figura de María 19.
Como suele ocurrir en sueños y visiones, el carácter prodigioso del animal está remarcado por la blancura y la luz (SO, XLIX [46]). Además de ser símbolo de martirio -que en el caso de la monja enclaustrada significa su vida de penitencia, sacrificio y renuncia del mundo-, la paloma constituye una guía en la experiencia sobrenatural de santa Oria quien, atendiendo el consejo de Eulalia: "guarda esta palomba, todo lo ál olvida" (XL [37]), no pierde de vista el ave durante todo su recorrido por el mundo celestial.
Mientras que el bestiario onírico privilegia los animales con simbolismo positivo, asociados a lo divino, en las visiones pueden aparecer fieras salvajes y agresivas que representan el mundo del pecado. El monje borracho padece este tipo de visión en el milagro XX, monje a quien se le aparece el diablo metamorfoseado en diversos animales: toro, perro, león. La transfiguración del demonio en animales es motivo de los relatos hagiográficos que, frecuentemente, se refieren a la tentación del santo por parte del diablo. Pero, en este caso, ya desde la primera estrofa se expresa el propósito de provocar terror más que tentar al monje y se establece el antagonismo entre el diablo y la Virgen:
De otro miráculo vos querría contar,
que cuntió en un monge de ábito reglar;
quísolo el diablo durament espantar,
mas la Madre gloriosa sópogelo vedar (Mil., XX, 1)
La detallada pintura de los animales en los que se transforma el diablo revela la habilidad descriptiva y el poder de observación de Berceo, pues cada uno es captado y representado en actitudes características de su particular ferocidad: el toro aparece "cavando con los piedes, el cejo demudando,/ con fiera cornadura, sañoso e irado" (406), el perro "Vinié de mala guisa, los dientes regañados,/ el cejo muy turbio, los ojos remellados" (471) y el león "una bestia dubdada,/ que trayé tal fereza que non serié asmada" (473). María los enfrenta y vence también atendiendo a sus condiciones diversas: amansa al toro como un diestro torero (469), con seguridad espanta al can (473) e interpela y apalea al león (476-479). De esta manera, se manifiesta la protección de la Virgen hacia sus devotos y se resalta su poder frente al mal y las encarnaciones del demonio. Alan Deyermond ha propuesto, como posible origen de la historia del monje embriagado, el conocido Salmo 22 "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" en que el poeta expresa su angustia con imágenes efectistas en las que intervienen los tres animales mencionados. Observa que la intervención de María en el milagro permite reemplazar el temor y la desesperación del salmista por la tranquilidad y confianza en la Virgen. También encuentra que el tono trágico del salmo se atenúa en la versión pintoresca y hasta humorística del monje borracho por parte de Berceo, complementada con la solicitud maternal con que María cuida a su devoto en la segunda parte del relato. Esta diferente resolución de la crisis en los dos textos sirve para exaltar la figura de María 19.
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