El amor cortés es una rama de la literatura medieval, especialmente francesa, inspirada por el espíritu cortés, es decir, una "erótica" fundada en la sublimación de la dama.
El amor cortés surge en el siglo XI en la Francia occidental a manos de Guillermo IX, duque de Aquitania, quien firma los documentos más antiguos que se han encontrado. En ellos se localizaban ya los elementos y las tramas así como la concepción del amor que posteriormente caracterizaría el amor cortés.
En los comienzos el tono de los poemas era altamente erótico, incitado por la pasión carnal entre un hombre y una mujer. Con el paso de tiempo y la refinación de la técnica, esa relación entre ambos fue transformándose en amor, en un juego secreto entre una mujer y un hombre que llega a alcanzar el estado máximo de virtuosismo.
Eran unas composiciones poéticas, escritas en lenguas vernáculas- destacan entre otras la lengua de oc, la primera utilizada- para ser cantadas por los trovadores, poetas con mucho de músicos, que marchaban de pueblo en pueblo cantando las bondades y desdicha que provocaba el amor imposible, el que se daba entre una mujer casada y un caballero soltero. Así los personajes y la trama de esa relación se repetían en todas las historias que se han conservado. Es una copia de las relaciones de vasallaje de la sociedad pero entre hombre y mujer: un joven caballero, la mayoría de las veces célibe, se enamora perdidamente de una "dama", mujer casada y por lo tanto de mayor edad quien podía tener el mismo o mayor rango social.
Ella siempre es descrita como una mujer muy bella e inteligente, capaz de embaucar con una simple mirada a cualquier hombre que tenga delante. Él, vasallo de su señor, quiere conquistar a la mujer por sus cualidades y no por la fuerza, como lo harían los plebeyos. Se humilla ante ella quien siempre toma de la decisión de aceptar o no su amistad y su amor.
Ese "amor" que siente por la dama no es sino un fuerte deseo sexual alimentado por el reto que supone conseguir a una mujer que pertenece a otro hombre - normalmente su señor-. Es por tanto un amor infiel, que nunca es sinónimo de matrimonio- es decir, no es el fin último- sino de encuentro pasional.
Pero, ¿se producía realmente el encuentro? ¿Llegaban a consumar la relación adúltera? Los trovadores no llegaron a ese punto sino que describían momentos que podían tener un doble significado, de los que no sólo era posible deducir ese encuentro sexual. Hoy en día la teoría que más fuerza cobra es aquella que los interpreta como encuentros platónicos.
Así lo entiende Duby quien asegura que es precisamente en esto donde el amor cortés desvela su verdadera naturaleza: la onírica. El amor cortés concedía a la mujer un poder indudable pero mantenía ese poder confinado en el interior de un campo bien definido, el del imaginario y el juego. Por tanto primaría la razón frente a los sentimientos. Bajo esta teoría es donde se sitúa la idea de hegemonía de la mujer respecto al varón y es que ella lo hace mejor persona y le ayuda a cultivar virtudes como la paciencia, la contención o el dominio.
Es el sentido de cortesía y caballería, de nobleza y vasallajes así como de servicio permanente y desinteresado, lo que induce a las clases altas a imponerlo como un código de conducta que llega incluso a modificar las reglas de comportamiento, del amor y de la visión de la mujer hasta el Renacimiento, debido a que la ubica en mejor condición y crea entorno a ella una obligación de trato similar a la que se la otorga en los poemas.
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