jueves, 14 de noviembre de 2013
La violencia sobre las mujeres en la Edad Media
En la Edad Media la violencia que sufren las mujeres no se reduce sólo al maltrato, como después voy a analizar, sino a un entramado social mucho más complejo. Pero no debe olvidarse que, en el Medievo, las mujeres sufrían la violencia general de la época y, además, la propia que se deriva de la supremacía del sistema patriarcal, que, desde mi punto de vista, es el principal generador de violencia sobre las mujeres. Por tanto, posiblemente en esta época histórica, la confluencia de dos formaciones sociales eminentemente violentas, como son el sistema feudal y el patriarcal, diseñaron una situación especialmente grave para las mujeres. No obstante, quiero insistir que esta situación no ha desaparecido para las mujeres, aunque se ha atenuado, pues el sistema patriarcal todavía está presente y el capitalismo genera una violencia diferente a la del feudalismo, más sofisticada, menos mediata.
La esencia del sistema patriarcal es violenta en si misma, además de injusta. Divide la sociedad en dos grupos atendiendo sólo al sexo de las personas. Los dos grupos son desiguales en lo referente a posibilidades sociales y en las relaciones que hay entre ellos, el patriarcado establece la superioridad del grupo masculino, a cuyas imposiciones de todo tipo las mujeres deben someterse. Por tanto, se establece una relación jerárquica, pues los hombres son los que deciden sobre el comportamiento y las posibilidades sociales de las mujeres, sin que ellas puedan intervenir, ni opinar. Todo ello entraña un sometimiento de las mujeres a los hombres que pueden disponer sobre ellas a su entera voluntad. La ley laica y la religiosa consagran esta situación de subordinación de un grupo al otro.
Por tanto, los planteamientos básicos del sistema patriarcal entrañan violencia hacia el grupo sometido, lo cual no quiera decir que haya maltrato material permanentemente, pero debido al sistema de organización social las mujeres sufren la violencia derivada de la supremacía masculina sobre ellas y de su posición secundaria en la sociedad, sean de una clase o de otra, con respecto a los hombres de su grupo. Tampoco quiere significar esto que las mujeres sufran todas y continuamente una violencia mediata o que se sientan en una situación de permanente agresión. Las características de la sociedad fueron así, pero las mujeres supieron crear espacios de libertad, de solidaridad y de creación de sabiduría. También hay que tener en cuenta que algunas mujeres fueron violentas, maltratadoras y otras fueron delincuentes e, incluso, criminales. Pero todas estas actuaciones, tanto las amables como las malignas, fueron excepcionales, la realidad social de las mujeres en la Edad Media es que sufrieron la doble violencia derivada del patriarcado y del feudalismo, sistemas sociales imperantes en aquel momento histórico.
La sociedad patriarcal no ofrece posibilidades a las mujeres para modificar su situación, ellas debían aceptar el diseño de su vida impuesto por los hombres.Todas ellas, pertenecieran a una clase social o a otra, estaban sometidas a esta situación de inferioridad y subordinación que, en si misma, es violenta. Las mujeres no tenían más que una posibilidad para escapar a esta violencia estructural que supone el sistema patriarcal. Esta única posibilidad, desde mi punto de vista, era abandonar su casa e ingresar en un beaterio o en un convento. La vida religiosa era la única vía que se ofrecía a las mujeres para escapar de los espacios domésticos en los que se les había recluido.
Los espacios domésticos, exclusivos de las mujeres, en la Edad Media y en todos los tiempos son espacios de opresión femenina. En ellos se encerraba a las mujeres para que se mantuvieran aisladas y dedicadas a los trabajos reproductores propios, que configuran a la familia patriarcal como unidad de producción, generadora de plusvalías que benefician al grupo masculino. Aunque ésta es la situación teórica, que en buena medida se correspondía con la realidad social, quiero señalar que, incluso en los espacios domésticos, las mujeres supieron establecer relaciones positivas y creadoras para eludir la subordinación y la violencia endémica. El beaterio o el convento eran un espacio de libertad para las mujeres que escapaban a la violencia endémica que suponía la subordinación patriarcal. En estos espacios, las mujeres podían decidir sobre su cuerpo, sus actividades, sus relaciones y formarse un pensamiento propio y diferente al que el patriarcado pretendía imponerles.
Las manifestaciones de la violencia patriarcal se constatan en la imposibilidad de las mujeres de disponer de su cuerpo y de libertad para actuar, pues estaban sometidas a su padre primero y, después, a su marido. La ley confirma esta situación y en sus diferentes disposiciones insistía en el tratamiento desigual a hombres y a mujeres y en la diferente responsabilidad que se daba a los actos de cada uno de ellos. El maltrato a la propia mujer, a la hija o la hermana no suponía ningún delito, pues se consideraba que la mujer era pertenencia de la familia, como una posesión más, sobre la que se podía disponer a entero capricho.
[1] SEGURA, Cristina: «Actividades remuneradas y no remuneradas de las mujeres en la España Medieval», Rentas, producción y consumo en España en la Baja Edad Media, Universidad de Zaragoza, 2001, pp. 109-120.
[2] SEGURA, Cristina: «La vida conventual: ¿Opresión o liberación para las mujeres de la Edad Media?», Estudios sobre la mujer. Marginación y desigualdad, Diputación de Málaga, Málaga, 1994, pp. 41-53.
La violencia sobre las mujeres en la Edad Media. Estado de la cuestión
Cristina SEGURA
Universidad Complutense de Madrid
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