miércoles, 13 de noviembre de 2013

Homenaje al poeta Jaime Gil de Biedma por el aniversario de su nacimiento







"Aunque la noche, conmigo,
no la duermas ya,
sólo el azar nos dirá
si es definitivo".


Jaime Gil de Biedma



Barcelona, 1929 - id., 1990) Poeta español. Destacado representante de la Generación del 50 y unido por razones de afinidad intelectual y de amistad con algunos de sus miembros (en especial Carlos Barral y el poeta en catalán Gabriel Ferrater), su poesía se inspira, con arriesgada sinceridad, en la experiencia civil y en su historia personal. La expresión franca y libre de convenciones con que aborda los temas (entre ellos, y fundamental, el erótico), la ironía o el escepticismo inteligentes de que hacen gala sus versos, la andadura narrativa y el toque de sabio prosaísmo son virtudes que justifican el papel sumamente destacado que ocupa en la poesía moderna, a pesar de la brevedad de su producción.
 
Nacido en una familia de la alta burguesía, realizó estudios de derecho y estuvo a punto de ingresar en la carrera diplomática. En 1953, durante una estancia en Oxford, se inició en el conocimiento de los poetas anglosajones, que tuvieron una influencia decisiva en su obra. Trabajó en una importante empresa de tabacos que lo llevó a residir largas temporadas en Filipinas. Dio a conocer sus composiciones de juventud en la revista Laye con el título Según sentencia del tiempo (1953), pero su primer libro de versos importante fue Compañeros de viaje (1959), en el cual el magisterio de Luis Cernuda y W. H. Auden sirvieron al autor para trascender los enfoques de la poesía social de aquellos años, y aportar un punto de vista distanciado, subjetivo e irónico.
En las obras siguientes, Moralidades (1966) y Poemas póstumos (1969), se acentuó esta tendencia: renunció a pronunciarse dogmáticamente o a enarbolar banderas políticas, pero ofreció una visión sarcástica de la clase burguesa y criticó la historia reciente de España desde su propia experiencia, con una voz personal a la vez desencantada y lúcida. Recurrió a un lenguaje coloquial que en ocasiones puede parecer prosaico, y desgranó así sus temas preferidos: el universo de la infancia, el amor entendido como un impulso hedonista y el paso del tiempo.
El poeta revivió con nostalgia sus años infantiles y de adolescencia en la casa familiar de Nava de la Asunción (Segovia), pasado con el que afirmó tener una relación mítica y religiosa, y, al reivindicar un erotismo pleno y sin cortapisas, denunció la hipocresía y los convencionalismos sociales. Paralelamente, el transcurso del tiempo es en su obra un motivo constante y casi obsesivo que brota con especial intensidad en el Diario del artista seriamente enfermo (1974), libro de memorias escrito a causa de una prolongada convalecencia. La pérdida de la juventud, y consecuentemente de la pasión amorosa, desembocó en la necesidad de salvar la memoria y detener así el fluir temporal con objeto de preservar la propia vida.
 
Jaime Gil de Biedma realizó también una importante labor como traductor y escribió diversos ensayos, como Cántico: el mundo y la poesía de Jorge Guillén (1960) y los textos recopilados en El pie de la letra (1980), que se ocupan de T. S. Eliot, Luis Cernuda y otros poetas. Sus tres principales libros de poemas fueron agrupados, junto con algunas composiciones nuevas, en Las personas del verbo (1975). En 1981 se publicó su Antología Poética.
Póstumamente, en 1991, se publicó Retrato del artista en 1956, edición íntegra del diario escrito por el poeta durante un año de su vida, que se compone de tres partes: "Las islas de Circe", "Informe sobre la administración general en Filipinas" y "De regreso a Ítaca". Esta última había visto la luz en 1974 bajo el título de Diario del artista seriamente enfermo, pero el resto de la obra no pudo ser publicada en aquel momento debido a la censura vigente durante la dictadura franquista. Permanecen todavía inéditos otros dietarios escritos entre los años 1959 y 1965, así como el Diario de 1978.


Contra Jaime Gil de Biedma

De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso,
dejar atrás un sótano más negro
que mi reputación -y ya es decir-,
poner visillos blancos
y tomar criada,
renunciar a la vida de bohemio,
si vienes luego tú, pelmazo,
embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes,
zángano de colmena, inútil, cacaseno,
con tus manos lavadas,
a comer en mi plato y a ensuciar la casa?

Te acompañan las barras de los bares
últimos de la noche, los chulos, las floristas,
las calles muertas de la madrugada
y los ascensores de luz amarilla
cuando llegas, borracho,
y te paras a verte en el espejo
la cara destruida,
con ojos todavía violentos
que no quieres cerrar. Y si te increpo,
te ríes, me recuerdas el pasado
y dices que envejezco.

Podría recordarte que ya no tienes gracia.
Que tu estilo casual y que tu desenfado
resultan truculentos
cuando se tienen más de treinta años,
y que tu encantadora
sonrisa de muchacho soñoliento
-seguro de gustar- es un resto penoso,
un intento patético.
Mientras que tú me miras con tus ojos
de verdadero huérfano, y me lloras
y me prometes ya no hacerlo.

Si no fueses tan puta!
Y si yo no supiese, hace ya tiempo,
que tú eres fuerte cuando yo soy débil
y que eres débil cuando me enfurezco...
De tus regresos guardo una impresión confusa
de pánico, de pena y descontento,
y la desesperanza
y la impaciencia y el resentimiento
de volver a sufrir, otra vez más,
la humillación imperdonable
de la excesiva intimidad.

A duras penas te llevaré a la cama,
como quien va al infierno
para dormir contigo.
Muriendo a cada paso de impotencia,
tropezando con muebles
a tientas, cruzaremos el piso
torpemente abrazados, vacilando
de alcohol y de sollozos reprimidos.
Oh innoble servidumbre de amar seres humanos,
y la más innoble
que es amarse a sí mismo!

 
Jaime Gil de Biedma

 

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