domingo, 3 de noviembre de 2013

Dulcinea del Toboso

DULCINEA DEL TOBOSO

"Aquí dio un gran suspiro Don Quijote y dijo: yo no podré afirmar si la dulce mi enemiga gusta o no de que el mundo sepa que yo la sirvo; sólo sé decir, respondiendo a lo que con tanto comedimiento se me pide, que su nombre es Dulcinea, su patria el Toboso, un lugar de la Mancha; su calidad por lo menos ha de ser princesa, pues es reina y señora mía; su hermosura sobrehumana, pues en ella se vienen a hacer verdaderos todos los imposibles y quiméricos atributos de belleza que los poetas dan a sus damas; que sus cabellos son oro, su frente campos elíseos, sus cejas arcos del cielo, sus ojos soles, sus mejillas rosas, sus labios corales, perlas sus dientes, alabastro su cuello, mármol su pecho, marfil sus manos, su blancura nieve; y las partes que a la vista humana encubrió la honestidad son tales, según yo pienso y entiendo, que sola la discreta consideración puede encarecerlas y no compararlas."
[...]

EL INGENIOSO HIDALGO DE DON QUIJOTE DE LA MANCHA
Capítulo decimotercero
Donde se da fin al cuento de la pastora Marcela, con otros sucesos

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Virgen y el Niño con Santa Ana (detalle)
Alberto Durero (1471-1528 Nuremberg Nuremberg)
1519 
Técnica: Óleo sobre tabla 
Dimensiones: 23 5/8 x 19 5/8 pulgadas (60 x 49,8 cm)
Metyropolitan

Esta pintura devocional representa una Santa Ana inquietante, que fue especialmente venerada en Alemania, con la Virgen y el Niño. El motivo del bebé dormido, presagiando la muerte de Cristo, fue probablemente inspirado por Giovanni Bellini, cuyo trabajo admiraba Durero durante su estancia en Venecia. La mano de Ana en el hombro de su hija tiende a consolarla, y su mirada distante sugiere una premonición de la Pasión de Cristo. El modelo de Santa Ana era la esposa de Durero, Agnes.

De esta magnífica pintura pueden extraerse un sinfín de cuadros, tantos como miradas o situaciones emocionales de quien la admira. Nosotros hemos pensado en Dulcinea, nuestra princesa del Toboso, dama ya curtida y avezada a novelas de caballeros andantes, quizá desengañada de requiebros en las ventas manchegas. Dejemos que esos ojazos inquietantes nos sugieran un bello sueño en esta noche de domingo.

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