miércoles, 4 de diciembre de 2013

INFANCIA MEDIEVAL: la primera etapa vital

INFANCIA MEDIEVAL: La primera etapa vital


Desde el momento de la llegada al mundo hasta los siete años aproximadamente, la inmensa mayoría de las criaturas, fuesen niños o niñas, vivían inmersos en un mundo predominantemente femeninos,. Femeninas eran las cámaras de parto en las que veían por vez primera la luz y de mujer también las manos que les proporcionaban los cuidados primiciales . Todo parece indicar que muchos niños europeos de la Baja Edad Media vivieron la primera etapa de la vida alejados de su hogar, pues los testimonios muestran lo propagada que estuvo la costumbre de enviar a los pequeños de las ciudades al campo para que otras personas los criasen. En España carecemos todavía de datos cuantitativos que nos aproximen al porcentaje de criaturas que fueron amamantadas por nodrizas y cuántas de estas amas de cría se desplazaron al hogar de quienes las contrataron y cuántas criaron a los pequeños en su propia casa. Sin duda es en Italia, y más concretamente en Toscana, en donde mejor ha podido documentarse y explorarse el hábito de desarraigar al niño de su hogar paterno para criarlo fuera, con los padres de leche. Algunos de los libros de recuerdos escritos por los adultos que rememoraban aquellos años iniciales dejan testimonio de lo mal que podía pasarlo el niño si era recibido en el hogar mercenario como un pequeño intruso. Y Klapisch-Zuber hace notar cómo algunos de los burgueses florentinos que mandaron a sus hijos al campo para su crianza, insisten en lo saludable que resulta para los pequeños el aire puro y el contacto con la naturaleza, como si de alguna manera se sintieran culpables y necesitaran justificarse.
         En principio, el amamantamiento, ya fuera materno o mediante nodriza, debía prolongarse durante tres años . Esta era la duración óptima establecida por la Iglesia, por la legislación y también el período de lactancia que señalaba la crianza ideal . En la realidad es más que probable que el tiempo del amamantamiento, la frecuencia de las mamadas y las atenciones recibidas por el bebé vinieran determinados por factores como la clase social y el sexo. En el estado actual de nuestros conocimientos podemos afirmar que las niñas eran menos afortunadas que los varones, ya que su edad de destete era a menudo más temprana y además corrían mayor riesgo de abandono que sus hermanos. Por otra parte, se ha podido documentar que en la vida cotidiana, lejos de los planteamientos teóricos de médicos y moralistas, el niño o la niña que lactaban de los pechos de su madre, con frecuencia veían interrumpido su amamantamiento por los sucesivos embarazos maternos, de manera que el nuevo hijo destetaba a su antecesor.
La mortalidad infantil era muy alta y el tiempo de la crianza, en el caso de que la madre muriese o no pudiera amamantar, resultaba gravosísimo , de forma que quienes adoptaban niñas o niños procuraban que ya hubiesen superado los dos o tres años para tener mayores garantías de que alcanzarían la edad adulta y ahorrarse el pago de nodrizas.
Desconocernos el tiempo en el que se iniciaba el control de esfínteres o cuando empezaban los primeros balbuceos, sin embargo, sí podemos afirmar que a partir del siglo XIII encontramos menciones escritas a la llamada «jerga de nodrizas», es decir, al silabeo y a los intentos de articulación de palabras por parte de la infancia considerados como una torpeza que podía hacer gracia.
Muchos de los niños y niñas de las ciudades que se vieron desplazados del hogar propio nada más nacer, se reincorporaban al mismo cuando ya andaban y hablaban, de manera que a la primera separación había que añadir otra, pues de nuevo abandonaban lo conocido, la casa de los nodrizos, para incorporarse a una familia, en este caso la suya propia, con la que no habían mantenido trato continuado. A veces la incorporación era efímera, pues algún tiempo después dejaban su casa para formarse e iniciar la búsqueda de un lugar propio en el mundo.

Algunas de las periodizaciones de la vida, a las que tan aficionada fue la Edad Media , señalan una subetapa de la infancia a la que nombran «edad de los juguetes», si bien su inicio, final y duración varían según los autores. Sin embargo se admite que en una época muy temprana se desarrolla en el niño el gusto por el juego, y los moralistas advierten la gran utilidad que puede tener lo lúdico en la educación, puesto que proporciona un cauce idóneo para enseñar y transmitir valores que pueden perdurar para siempre.
¿A qué jugaban los niños y niñas de la Baja Edad Media? , ¿jugaban juntos ambos sexos? En el estado actual de la investigación son más las preguntas que pueden formularse que las respuestas que pueden ofrecerse. Cabe señalar que, hasta la fecha, todo parece apuntar que: en la primera infancia niñas y niños se divirtieron juntos y que no existieron maestros jugueteros especializados, de hecho cuando se quería obsequiar a los infantes e infantas se recurría a otros artesanos para que elaboraran determinados objetos. Tanto Huesca (como Zaragoza encargaron respectivamente a reputados maestros la confección de sendos juguetes para regalar al infante Juan, en 1352; los oscenses mandaron hacer un caballito de madera pintada con su silla, freno y arnés y pagaron por el mismo  sueldo jaqueses;  sueldos costaron a los zaragozanos los zancos pintados de verde y decorados con escudos reales . Juguetes carísimos, como los vestiditos para las muñecas que más de un siglo después encargaron los Reyes Católicos a un sastre de Valencia para regalar a las infantas que les esperaban en Barcelona .
F. Piponnier puso de manifiesto la escasa calidad de los juguetes que la arqueología medieval sacaba a la luz, realizados con materiales ínfimos y muchas veces de manufactura doméstica  Sin embargo, algunos moralistas y predicadores se escandalizaban de los objetos sofisticadísimos que se entregaban a los pequeños para su entretenimiento y que les habituaban, ya desde la infancia, a la vanidad, porque de lo que no cabía duda era de que el juego y el juguete enseñaban . Debía cuidarse el contenido y dinámica de lo lúdico para que fuera introduciendo a cada cual en el papel que había de desempeñar en el futuro, ya que a casi nadie se le ocultaba la permeabilidad y capacidad de absorción de los niños.
[...]

LEMENTOS PARA UNA HISTORIA DE LA INFANCIA Y
DE LA JUVENTUD A FINALES DE LA EDAD MEDIA

María del Carmen García Herrero
(Universidad de Zaragoza)

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