sábado, 7 de diciembre de 2013

El tornado del 12 de mayo de 1886 en Madrid


D.Sergio González Moreno
Licenciado en Filología Hispánica
Universidad Complutense de Madrid

                           En la imagen, el Lavadero Imperial, donde hubo más muertos

"En un lavandero de la ronda de Segovia trabajaban varias infelices mujeres debajo de un cobertizo, en los escombros del cual quedaron sepultadas" (José Francos Rodríguez).

"Madrid parecía una ciudad muerta, entregada  a la furia de los elementos. Muchas calles parecían ríos. De muchas casas volaban las techumbres. En todos los paseos arrancaba el huracán de cuajo los árboles corpulentos y altísimos. Por donde quiera, los destrozos, las pérdidas, las desgracias, los heridos, y los muertos..." (El Liberal).

Era la tarde del día 12 de mayo de 1886, desde los Carabancheles a Madrid, cuando se desató un insólito y destructor tornado con vientos de 300 km/h. que ocasionó destrozos en edificios, calles y parques. Además de esto, hubo 47 muertos y cuentos y cientos de heridos. El Casón del Buen Retiro sufrió serios desperfectos. 400 árboles del Jardín Botánico y de El Retiro fueron derribados. La Puerta del Sol y las calles aledañas se inundaron por la intensa lluvia y viento. Los tranvías y los carruajes fueron volcados y arrastrados por las calles, llevándose por medio a la gente que andaba por las calles.
La prensa de la época coincide en que el tornado se había desencadenado en los Carabancheles, descendiendo por la Pradera de San Isidro y prosiguiéndose hasta la Puerta de Toledo y cambiado de ruta a la derecha entre el Camino de Yeserías, y la Ronda de Valencia, alcanzando una intensidad mayor por la Estación de Atocha, por el Jardín Botánico y por El Retiro, abandonando la ciudad por la Calle Goya y Alcalá, hasta comenzar a disiparse por las Ventas.

En esa misma mañana del mes de mayo, a unos tres días de San Isidro, había amanecido la ciudad de Madrid sin ningún tipo de augurio que presagiara lo que iba a suceder a las siete de la tarde.
Existe un comentario del alcalde de Carabanchel que dice: "A las seis vino una nube negra, muy negra, de por allá, hacia el SO, y otra, muy negra también, por allá desde el N-NE. Las dos se encontraron en el Cerro del Aire, y al chocar, produjeron un ruido terrible, y atronador, desencadenando el huracán y produciendo centenares de chispas eléctricas."

Miquel Gayá, el experto en tornados, detalló hace no muchos años, un estudio de lo que fue aquella tragedia en 1886: "El tornado tuvo un recorrido de suroeste a noreste y afectó a municipios de Carabanchel Alto y Bajo, y Madrid. El tornado probablemente debió de tocar tierra antes de llegar a Carabanchel Alto y siguió por Carabanchel Bajo hasta la ribera del Manzanares. Afectó al núcleo urbano de una manera muy considerable, porque El Correo del día 13 decía: "Son Contadísimas las casas que no han sufrido  desperfectos de consideración".


La Ilustración Española y Americana: "Que camino llevó el meteoro no es fácil de apreciarlo. Los árboles de la pradera de San Isidro que se hallan en la margen derecha del Manzanares han sido derribados en dirección a la Ermita del Santo mientras el ángel y algunos pilares del Puente de Toledo cayeron en dirección casi opuesta [...], casi todos los árboles del Paseo de las Acacias se troncharon en sentido nordeste, y los de la calle Atocha y los del Paseo Botánico forman un ángulo agudo [...]. Personas hubo que se refugiaron en los portales de la Calle Montera y al ver la masa de agua que caía y el ímpetu del viento, creyeron que llegaría el fin del mundo. En la Puerta del Sol hubo verdadero oleaje, que entraba por la Carrera de San Jerónimo  y rompía con la Plaza de Canalejas.

La Unión: "Desde las 4 de la tarde el cielo empezó a encapotarse y cayeron algunas gotas de agua. A las 6 y veinte sopló de repente un fuerte viento y luego se desató el huracán con espantosa furia [...]. Era viento que arrollaba a los transeúntes, eran oleadas de agua que los envolvían, era un vívido relampaguear que iluminaba por instantes el espacio, cerrábanse con estruendo puertas y ventanas, caían hechos pedazos los cristales, volaban tejas, chimeneas y planchas de zinc, los sombreros se alejaban de las cabezas, las luces se apagaban, los coches se detenían o volcaban, los árboles caían desgajados, los transeúntes se metían en las tiendas y en los cafés huyendo [...]. La violencia del fenómeno duró 12 minutos".

El Liberal: "Madrid parecía una ciudad muerta, entregada a la furia de los elementos. Muchas calles parecían ríos [...].