Leonor de Vargas, la protagonista de "Don Alvaro o la fuerza del sino", del Duque de Rivas, es acusada injustamente por las apariencias. Para huir del desamor de los suyos y de la maledicencia, en la escena VII, decide refugiarse en el desierto, al amparo de un Monasterio de frailes, como sabe que ya lo ha hecho «otra mujer infelice». En consecuencia, solicita del Padre Guardián:
«Resuelta a seguir su ejemplo / vengo en busca de su asilo / dármelo, sin duda, puede / la gruta que le dio abrigo; / vos, la protección y amparo / que para ello necesito, / y la soberana Virgen, / su santa gracia y su auxilio.»
El fraile confirma:
«Diez años ha vivido / una santa penitente / en este yermo tranquilo, / de los hombres ignorada, / de penitencias prodigio. / En nuestraiglesia sus restos / están, y yo los estimo / como la joya más rica / de esta casa, que, aunque indigno, / gobierno en el santo nombre / de mi padre San Francisco. / La gruta que fue su albergue, / y a que reparos precisos / se le hicieron, está cerca: / en ese hondo precipicio. / Aún existen en su seno / los humildes utensilios / que usó la santa; a su lado, / un arroyo cristalino / brota apacible. [...]».
Doña Leonor advierte:
«Y vos, tan sólo vos, ¡oh padre mío!, / sabréis que habito en estas asperezas, / ningún otro mortal.»
En la escena X, don Álvaro, el amado de doña Leonor, que se había acogido a la vida religiosa para huir de su sino fatal, descubre en la puerta de la gruta a «Doña Leonor vestida con un saco y esparcidos los cabellos, pálida y desfigurada».
Pedro Malon de Chaide, literato, teólogo y exégeta del siglo XVI, que asomará en sucesivas referencias, dice así de la mujer:
«La primera calamidad y miseria del hombre es que nace de mujer, de la más mudable sabandija de la tierra, de suerte, que allí se le pega la mudanza y poco asiento y la flaqueza en el bien. Mámalo en la leche, y sabe a la ruin pega del vaso donde se envasó[13].»
Tras este aserto, no puede extrañarnos que detrás de la eremita de ficción siempre haya un trasfondo de pecado, real o imaginario. María Magdalena, María Egipciaca y Genoveva de Brabante se proyectan como arquetipos sobre los literatos, a la vez que les deben gran parte de sus respectivas caracterizaciones. Beatriz, la penitente de los Desengaños amorosos, de María de Zayas, no ha sido pecadora, pero sí víctima de la perfidia propia del hombre rechazado, que la inculpará para satisfacer sus deseos de venganza. En la vida real, Catalina de Cardona, eremita del siglo XVI, aunque se autodenomina «la pecadora» no está salpicada por el pecado.
[...]
MUJERES EREMITAS Y PENITENTES.
REALIDAD Y FICCIÓN
MARÍA ISABEL B. CARNEIRO
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Vida de la Beata Humildad (Galleria degli Uffizi, Firenze) de PIETRO LORENZETTI( 1280-1348)
Biblioteca Gonzalo de Berceo
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