Sergio González Moreno
Licenciado en Filología Hispánica
Profesor de Lengua Española y Literatura
Quisiera estrenarme en
la revista APE Gerardo Diego como
socio hablando de un poeta que merece ser reconocido: Aureliano Cañadas
Fernández. He de reconocer abiertamente
que Aureliano, <<Aure>> para los amigos, es íntimo amigo mío y buen
poeta, pero para escribir este artículo dejaré de lado mi faceta de amigo para
hablarles de Aureliano como poeta.
Para comprender su
trayectoria poética, se hace necesario que aluda un poco a su biografía y su
formación académica que, por cierto, es bastante amplia.
Así, nuestro poeta nace
en el año 1936 en Almería. Se licencia en Literatura Hispánica en la
Universidad Complutense de Madrid. Diplomado por la Escuela Oficial de Idiomas
de Madrid y por el Instituto de Idiomas de la Universidad de Granada. Ha sido
profesor de francés y profesor Assistant
de lengua española en el Liceo de Lille (Francia). Ha ganado numerosos premios
como el de “Marina Romero” de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles;
“Premio Aula de Encuentros del Círculo de Bellas Artes de Madrid; “Premio
Andrés García Madrid” del Ateneo 1º de Mayo de CC.OO. Además,
ha sido colaborador de revistas literarias y figura en el Diccionario de la Literatura Española de Jesús Bregante y en el Diccionario de Autores de la Cátedra de
Miguel Delibes de la Universidad de Valladolid.
Bien es cierto que la
vena artística y poética de Aureliano Cañadas no nace sólo de su formación en
literatura sino que también le viene de su familia, pues la influencia del
trabajo de su hermano, ya fallecido, don Luis Cañadas, pintor y poeta excepcional, fue muy fuerte.
Algunos de los títulos
de sus poemarios más celebrados son Él
único que vive; Diamantinamente; Doble vida; Telémaco, el sur de otra vida, entre otros muchos más que están
publicados en poemarios y que han sido presentados en diversos encuentros y
justas poéticas.
En su poesía, Aureliano
nos enseña que la vida es una ilusión calderoniana, en la que los amigos y la
gente de la infancia y juventud van a parar a la Isla de la Nada. Para nuestro
poeta, la única realidad en esta vida es que todo desemboca en la Nada, donde
van a parar todos los recuerdos, personas y vivencias que en algún momento
llenaron nuestra existencia aquí. Su poesía es toda ella filosofía. Aureliano
nos recuerda que la vida es como un río, como ya nos recordaría 539 años atrás
don Jorge Manrique. Todo lo que hoy es, mañana irá a la Isla de la Nada. Al fin
y al cabo, esa es la única realidad para nuestro poeta. La Isla de la Nada
constituye la idea mediante la cual se vertebran sus poesías más importantes y
así nos lo demuestran los siguientes versos:
Nadie
ha vuelto jamás de la Isla de la Nada:
ni
ese padre que nunca conocí,
para
que no pudiese recordar
el
timbre de su voz,
o
el color de sus ojos, ni mi madre
para
que yo supiera
si
al final había ahuyentado la tristeza.
Ninguno,
ni
mi hermano o mi hermana,
¿No
me quería tanto?
¿Qué
valles los retienen, qué recónditas playas,
qué
sales o qué lunas?
Ni
siquiera pudieron decir: <<Hemos llegado>>.
La metáfora, casi
alegórica, de que el final de la vida es la Nada, puebla casi toda su poesía
más lograda.
Sin embargo, no todo en
su poesía es lástima por el tiempo que corre y la vida que se olvida para
siempre en una Isla de la que nadie nunca ha logrado volver, sino que también
el humor y la socarronería, a veces subida de tono, aparecen en su poesía,
porque, al fin y al cabo, así es la vida para nuestro poeta; o si no, que lo
digan los versos siguientes:
Era
tan joven
que
le pedí
un
año de su vida.
Hubiera
podido darme tantos:
su
carcajada
certera
me
destrozó la boca.
Con
qué dolor le dije
<<dame
un mes sólo>>:
su
risa lava
me
abrasó la garganta.
<<Un
día>>, no sé cómo
conseguí
articular,
pero
su risa
era
plomo fundido.
<<Una
hora>>,
la
voz se me extinguía.
Mojando
sus
labios en la sangre de los míos,
respondió
y aún reía:
<<Te
concederé este instante.
Nunca
me olvidarás,
y
ha terminado>>.
Con todo, el público
lector se habrá dado cuenta de que la vida es una suma de socarronería,
sensualidad, amor, muerte, olvido y Nada.
La poesía de Aureliano
es tan bella y tan metafísica que a todos conmueve, o si no, que se lo digan al
jurado que le ha otorgado hace unos días la mención especial por su trayectoria
en el mundo de la poesía en el Premio Ciudad de Alcalá de las Artes y las
Letras 2015.
¡Felicidades,
maestro!